Winelivery y una serie de eventos desafortunados

Esta es una historia completamente equivocada, se podría decir. En el que ninguno de los protagonistas sale bien parado. Hay quien escribe una nota de estupidez refinada para el 25 de abril, una empresa que al parecer no presta la debida atención a los mensajes privados que le encomiendan, un jinete que en vez de hacer entregas asume un papel que no le corresponde y finalmente el destinatario de esa nota, que contempla entre sus pasiones un poco de actividad política y por eso hace pública toda esta historia.
¿El vino?

Todo eso está mal al principio de la historia y es quizás lo único bueno, porque, como suele pasar, es un pretexto para hablar de cosas más interesantes que la fermentación maloláctica o un toque de frutos rojos.

Los hechos.
Un chico, Luca Nisco, contratado en febrero para hacer entregas en Bolonia en nombre de Winelivery -una aplicación que permite pedir vino y licores y recibirlos muy rápido- fue despedido el lunes por lo sucedido el día anterior mientras realizaba su trabajo

De hecho, el domingo 25 de abril alguien decide hacer un pedido a través de Winelivery. Pedido a entregar en Bolonia y acompañado de un ticket para el destinatario.
Esta nota se encomienda, junto con el pedido, al muchacho que ha de hacer la entrega, pero su contenido -según las crónicas- es compartido por primera vez por varios empleados de Wineliveryincluido el repartidor.
“En este día de luto, nuestro líder desde lo alto puede liderar el renacimiento”. Este es el texto de la boleta de esa orden hecha el 25 de abril.

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El niño se va a entregar. Una vez llegado a la dirección de destino, espera a que le abran la puerta y encontrándose frente a una señora, le arrebata la nota frente a sus ojos diciéndole que contiene obscenidades. Luego entrega las botellas, el billete roto y se va.
La señora, esposa del destinatario de la nota, informa del incidente a su esposo, quien informa a la empresa del incidente.
Al día siguiente la empresa informa al chico del fin de la relación laboral.

La historia tiene varios puntos que merecen atención.

El punto preliminar es el inexistencia del delito de apología del fascismo con respecto al texto de ese boleto. El césped. 645/1952 sanciona a «quien ensalce públicamente los exponentes, principios, hechos o métodos del fascismo, o sus fines antidemocráticos». En el caso que estamos analizando, falta el supuesto de «públicamente». La comunicación entre dos individuos no puede enmarcarse como una exaltación pública.

Sin embargo, la pregunta ahora nos obliga a evaluar la naturaleza de la comunicación que es objeto de este asunto.
es sin duda una comunicacion privadaaunque el nivel de confidencialidad se reduce ligeramente, dado que el mensaje ha sido encomendado a un intermediario que, debiendo transcribirlo, inevitablemente tiene acceso al contenido.

Sin embargo, según cuentan las crónicas, la empresa tendría algo que explicar sobre cómo se gestiona la confidencialidad de las comunicaciones que se le encomiendan. Il Resto del Carlino publicó las palabras del jinete despedido quien, contó cómo, cuando el texto del mensaje fue leído por quienes debían transcribirlo “Todos nos miramos avergonzados, comentó alguien. Entonces me encomendaron la entrega”.

¡¿Cómo dirías «todos nos miramos avergonzados»?! ¿El mensaje privado que encomiendo a Winelivery para ser entregado al destinatario normalmente se lee en voz alta frente a una audiencia variada de empleados de la plataforma, incluidos los muchachos que tienen que hacer las entregas?

Es decir, la gestión de algo delicado, como son las comunicaciones privadas, se trata con mucha ligereza tal y como se ha dicho. Quien debería haber sido responsable del correcto tratamiento de esa comunicación, no parece haberse comportado de manera impecable (y de hecho me pregunto si de alguna manera no sería necesario verificar que no se ha violado el artículo 616 del Código Penal , donde dice que «el que sustrae o distrae, para conocerlo o para que otros lo conozcan, una correspondencia cerrada o abierta no dirigida a él” pues… es castigado con bastante severidad).

Ahora bien, somos muy conscientes de que muchos de nuestros datos son tratados diariamente como mercancías por la industria de las comunicaciones modernas, pero el hecho es que el secreto de la correspondencia es un derecho que incluso está consagrado en la Constitución. Art. 15 “Son inviolables la libertad y el secreto de la correspondencia y de cualquier otra forma de comunicación. Su limitación sólo puede tener lugar por acto motivado de la autoridad judicial con las garantías establecidas por la ley”.

Es curioso notar que la empresa se justificó por el incidente -nuevamente por lo informado en las noticias- al referirse a los Términos y Condiciones del servicio que ofrece. El punto 13.3 de este documento dice “Al hacer un regalo en Winelivery, en el momento del check out es posible agregar una nota para acompañar el producto elegido. La tarjeta puede tener un número máximo de caracteres igual a 200. Winelivery se reserva el derecho a denegar la entrega de la nota en caso de que el mensaje contenido sea contrario al decoro o de alguna forma ofensiva“.

Si bien – repito – el nivel de confidencialidad de la comunicación entre dos individuos, en este caso se ve ligeramente reducido debido a la encomienda del mensaje a un mediador que tiene que transcribirlo, me cuesta imaginar que sea legítimo por ello mediador para imponer un control sobre el «decoro» de la comunicación entre dos sujetos privados.
Además, ¿quién y según qué parámetros implementa este control del decoro? Esta nota me dejó bastante perplejo, porque con todo respeto a los Términos y Condiciones de Winelivery, dudo que estos puedan prevalecer sobre la Constitución.

La propia autoridad judicial debe cumplir con límites muy estrictos sobre la violación de la confidencialidad de las comunicaciones entre dos personas. El debate sobre este asunto siempre es de actualidad y cualquiera, creo, tiene al menos una vaga idea de ello.

Al final de esta historia completamente equivocada, el único que pagó fue el más débil, es decir, el chico que hizo la entrega. Sin duda el comportamiento del jinete fue totalmente inapropiado. Pero, ¿por qué se le informó del contenido de la nota?? Según informa la noticia, esto no sucedió por su comportamiento incorrecto y solitario, sino por una curiosa práctica de la empresa que convierte un mensaje privado que le encomiendan en objeto de debate entre sus empleados, incluidos los motoristas.

Por último, evito decir lo que pienso de aquellos que juzguen oportuno enviar vino a alguien el 25 de abril, acompañándolo de entradas como la que nos ocupa. Un boleto cuyo contenido fue luego hecho público por el propio destinatario (Supongo que buscando un poco de publicidad, en virtud de sus vagas ambiciones políticas), completo con fotos para los periodistas mientras exhibe los pedazos de papel del boleto roto, pegados para volver a armar el miserable mensaje.

Finalmente, una consideración.
En esta historia completamente equivocada, solo una cosa no salió a la luz: qué botellas de vino se regalaron.
Si yo fuera la empresa que los produce, estaría feliz de que esta información, al menos usted, permaneciera confidencial.




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