Un Maratón de Nueva York diferente a lo habitual

La tan esperada maratón de Nueva York finalizó hace aproximadamente una semana, con el habitual entusiasmo inundando las calles de la Gran Manzana. Muy esperado por dos motivos: el primero porque esta edición era la número 50, y el segundo porque en realidad habían pasado dos años desde la última. El año pasado, los organizadores tuvieron que cancelar el evento debido a las restricciones impuestas por el Gobernador Cuomo y el Alcalde para contener la emergencia del COVID-19.

Antes de eso, solo una vez se decidió cancelar el evento; en 2012 cuando el huracán Sandy azotó la ciudad de Nueva York y la volcó en unas 18 horas, los organizadores tuvieron que rendirse a la furia de la naturaleza.
El Maratón de Nueva York es, a todas luces, uno de los eventos deportivos más famosos y democráticos del mundo; si su fama ciertamente no necesita ser comentada, mientras que el aspecto ligado a su carácter democrático debe encontrarse en la ausencia de plazos.

De hecho, es una de las competiciones deportivas más largas que no exige ningún tiempo mínimo (muchas la acaban en más de 6 horas) y por tanto la convierten en una auténtica fiesta de ciudad. Quienes la siguen desde el extranjero siempre se han concentrado en el aspecto semicompetitivo del evento, pero hay que decir que el escenario de la ciudad, es decir, el ambiente y la forma en que todos viven este evento, se parece más a una gran plaza.

Son muchos, más de 100 los puntos de control repartidos a lo largo del recorrido de 26,2 millas (unos 42 km) con grupos musicales, chiringuitos y mucho más. Cada distrito organiza su participación en el evento y toda la ciudadanía sale a las calles a apoyar a los corredores, con mucha alegría y sentido de unión.

Este año el maratón fue vivido por la ciudad como un acto de redención frente a los inconvenientes vividos en los últimos 18 meses y no es casualidad que durante esta edición muchos de los participantes provinieran de la categoría de trabajadores de la hospitalidad o trabajadores del sector de la restauración.
Varios de ellos, ya amantes del running, tuvieron mucho tiempo libre a su disposición el año pasado y decidieron dedicarlo a prepararse para este desafiante y satisfactorio evento.

Decidí entrevistar a uno de ellos para escuchar un testimonio directo.
gabriela davogusto es el director de bebidas de Arcilla un encantador restaurante ubicado en Harlem, un ambiente refinado pero informal.

Gaby, así la llaman todos, me cuenta lo complejo y agotador que ha sido el último año, hecho de miedos y muchas incertidumbres, en la lucha constante por la supervivencia, en una especie de malestar colectivo. A pesar de todo, ella y su grupo de colaboradores lograron navegar las gélidas aguas de la reclusión forzada.

Hace unos cinco años, Gaby, la dulce Andrea en los licores y el talentoso Diego en la cocina heredaron el legado del historiador local Perk’s al crear Clay, un lugar acogedor donde una parte de Harlem continúa reuniéndose casi a diario.
Me llamó la atención la explicación del nombre elegido, Arcilla, es decir, terracota, un elemento que, irónicamente, se fortalece bajo la presión del calor y que representa una parte importante de casi todos los suelos, por lo que se ve como un punto de partida donde todo tiene el mismo las diferencias de origen y cultura no representan ningún límite.

Gabriela me cuenta que desde sus primeros años en Nueva York había vivido el maratón como un momento de pura alegría, para compartir con la gente del barrio apoyando a los corredores e instándolos a no rendirse. Ella también soñaba con ser una de estas: «Yo ya me había preparado para correr el maratón el año pasado, quería participar en la quincuagésima edición, un hito importante para este evento, pero el covid-19 nos obligó a postergar todo y hoy puedo decir que la quincuagésima edición coincidió con mis primeros veinte años aquí en Nueva York”.

“Nunca he sido una verdadera deportista”, dice Gabriela, “pero el maratón es un matiz esencial de Nueva York, correrlo tenía un significado importante para mí: reiterar que como categoría nunca nos hemos rendido y seguimos aquí. retozar por sus calles, de una forma u otra.”

Esta última frase no se refiere sólo al maratón sino al día a día de Nueva York, que al fin y al cabo parece volver a ser como antes y quizás esto sea lo más importante que nos ha recordado el maratón.
Eso es todo desde Nueva York, depende de ti estudiar.




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