Quiero un vino hecho como debe ser

Vete a la mierda, el brett, la maceración. Y también el pájaro hembra de cuello largo, el té, la resina, el solvente. Por no hablar del establo, las otras fragancias y todas las reducciones. Dios te dio cinco sentidos, ¿por qué no los usas? A la mierda las etiquetas mínimas falsas, cosidas con algodón Nile, y las impresas con los bumins afuera e incluso las etiquetas oscuras falsas o parecidas a gánsteres. Pero ¿cuáles son tus problemas? Y las proclamas en la contraetiqueta que te hacen sentir JFK en Berlín cuando, en cambio, no disquisiciones nada haciéndolo pasar por algo. JFK está muerto, y tú tampoco lo estás haciendo bien. A la mierda la naturaleza, el medio ambiente, la salud del consumidor, pregonada entre una conferencia y un aperitivo mientras le sirves un buen 12, 14% de alcohol por encima de una camisa a cuadros (aunque de fina factura).

¡Pero apartaos de en medio, sepulcros blanqueados!

Vuelvo del trabajo deshecho como una mierda y quiero un vino como lo quería mi abuelo, él también deshecho bien después de haber recorrido media provincia en 15 horas con el bolo. Llámalo sincero, artesano, honesto o sbirulino. No importa. Pero eso no es bueno, eso no es: potable al menos. Bebiendo. Una peligrosa solución hidroalcohólica que se puede beber. Porque el verdadero problema con tantos vinos cotidianos hoy en día es que o no saben nada o simplemente sienten lástima por ellos.

(Pensando en E. Norton)




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