Pregunta:
¿Cuándo vino el Espíritu Santurrón a los apóstoles? (Cita Juan 20:19-23 para respaldar la iniciativa que han recibido el Espíritu en aquella ocasión y después el poder el día de Pentecostés)
1Cor 12,3-12-13: “Estuvimos bautizados en un mismo Espíritu, para conformar un solo cuerpo”
Hermanos: Absolutamente nadie puede decir: «Jesús es Señor», si no es bajo la acción del Espíritu Santurrón. Hay variedad de dones, pero un mismo Espíritu; hay variedad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay variedad de funcionalidades, pero un mismo Dios que abre todo en el mundo entero. A cada uno de ellos actúa el Espíritu para el bien común. Por el hecho de que, lo mismo que el cuerpo es uno y tiene bastantes integrantes, y todos y cada uno de los integrantes del cuerpo, pese a ser varios, son un solo cuerpo, de este modo es asimismo Cristo. Todos nosotros, judíos y helenos, esclavos y libres, fuimos bautizados en un mismo Espíritu, para conformar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido un solo Espíritu.
Al atardecer de ese día, el primero de la semana, estaban los acólitos en una vivienda, con las puertas cerradas por temor a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les ha dicho: —«Paz a nosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el lado. Y los acólitos se llenaron de alegría al notar al Señor. Jesús repitió: «Paz a nosotros.
Como el Padre me ha enviado, de esta forma asimismo los envío yo». Y, mencionado lo anterior, sopló sobre ellos y les ha dicho: «Reciban el Espíritu Santurrón; a quienes le disculpen los errores, le quedan perdonados; a los que se les retengan, les quedan retenidos».
Simbología del Espíritu Beato
La Aparición del Espíritu Beato estuvo marcada por enormes prodigios que hicieron atestar de miedo a los Apóstoles: el viento y el fuego
tenido como símbolo de purificación, de calor y de luz. Purifica y también alumbra. En las Sagradas Escrituras, los símbolos de Viento y Fuego se usan para indicar la existencia de Dios, por el hecho de que estos elementos tienen una fuerza irreprimible.
Tercer secreto glorioso
«Al llegar el día de Pentecostés, todos estaban reunidos en un mismo sitio. De súbito vino del cielo un estruendos como el de una racha de viento vehemente, que llenó toda la vivienda donde estaban. Se les se dieron a conocer unas lenguas como de fuego que se repartieron y se pusieron sobre cada uno; han quedado todos llenos del Espíritu Beato y se pusieron a charlar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse». (Hechos 2, 1-4)
María y los Apóstoles estaban reunidos en el Cenáculo, orando. Habían pasado cincuenta días desde la Pascua y, indudablemente en el silencio y en la vida compartida, las conmuevas se habían ido asentando, la fe se había ido robusteciendo, y los corazones purificados en el mal, en la experiencia de la salvación, en las vísperas y frases de aquel periodo se iban disponiendo para acoger a Aquel que haría reales adoradores «en espíritu y de hecho».