Si hasta jugar esta carta no vale nada (¡lamentable!), solo hay que esperar en el número 281 de la selección, tarde o temprano pasará el jeep de Frank. Digamos que lograste abordarlo, te advierto que te encontrarías frente a ti a un belga bizarro que conoce los distritos del Etna mejor que un Matusalén nativo. De hecho, si buscas a alguien que te hable de la zona, pues has encontrado pan para tus dientes: Frank Cornelissen, tiene una relación con el volcán que te resultará difícil de creer. Todo ello es el resultado de una sensibilidad y vivacidad intelectual inigualable.
Frank llegó al Etna porque sabía que en estas tierras y en pocos lugares del mundo podría haber hecho vino como solo él tenía en mente hacerlo. El territorio, el clima y las oscilaciones térmicas, la presencia de variedades de vid milenarias (muchas veces en viñedos libres), el imperativo visual y moral de «La Montaña» (como llaman al volcán sus habitantes), deben ser atractivos no imaginable para aquellos que como él están ligados por un doble hilo a la naturaleza y al sentido del cosmos. El caso es que, dados los supuestos, “La Montagna” se ha convertido en su patio de recreo.
En este momento Frank trabaja unas diez hectáreas de viñedos esparcidos sobre el volcán, viejos y nuevos lotes plantados con árboles jóvenes, una verdadera crisol ampelográfico. Aquí, de hecho, junto a las variedades más aclamadas (Nerello Mascalese y Carricante ante todo), encontrarás los menos conocidos: minnella en blanco y negro, grecanico dorado, francisi y así sucesivamente. Todo ello acompañado del deseo de no practicar un cultivo monovarietal que estrese el suelo. Y por tanto donde es posible: trigo, hortalizas, legumbres, frutales y olivos. ¿Cómo se trata, en este escándalo verdura, la sagrado ¿viñedo? De la forma más sencilla y precisa posible, siguiendo los pasos de los mayores y en una renovada armonía con la naturaleza. El secreto es el cuidado obsesivo en mantener la tierra: todo se hace manualmente y nada químico interactúa con la tierra.
Pero detente ahora. Si crees que esta información te ha ayudado a incriminarlo, él: Frank, no intentes archivarlo. De hecho, si quieres cabrearlo, háblale de orgánico y biodinámico. Si estuviera en su naturaleza, te encontrarías allí para ser insultado. Querer ser honesto, en la forma de abordar las cosas de nuestro querido enólogono hay nada predeterminado, pero el caos está dominado por un rigor único, generado sólo por sus ideas y por una atenta observación de los acontecimientos.
Explicativo, además de la relación con el viñedo, es la forma de hacer vino. El buen belga hace malabarismos con destreza entre el plástico enológico y las tinajas de terracota, «simple» significa resaltar el carácter de una uva recolectada siempre en su punto máximo de madurez y su integridad estructural (la vendimia se realiza con repetidos pasos entre hileras, entre fines de octubre y los diez primeros días de noviembre). Tanto para los vinos blancos como para los tintos se utiliza el mismo modus operandi: maceraciones bíblicas, cero sulfitos y una actitud hacia la filtración y clarificación que recuerda a la de un talibán.
Con el paso de los años y con la mayor conciencia de las propias capacidades, el rango de producción de Frank crece exponencialmente (si se analiza desde el punto de vista de términos cualitativos). La pureza del terroir es cada vez más visible en la copa. Buscamos la constancia en la expresión (casi un gusto casa) mediante el ardid de ensamblar diferentes «crus» o mediante la cuvée de diferentes añadas. Entonces, ¿por qué reportar la cosecha en la etiqueta? Por otro lado, junto al nombre del vino, un «número» te informará al respecto. liberar en tu posesión. Y si los vinos te impactan porque nunca has probado algo así, párate a escuchar el volcán, y disfruta del alma tornasolada y ahumada de estos líquidos únicos.
Granja Frank Cornelissen – Via Nazionale 281-299
Solicchiata (CT) Etna – Sicilia
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