El vino, mi lado intolerante

Pero si tu hija te mira y te pregunta -con una mirada, un toque o medias palabras- “Papá, necesito que me lo hagas…”.

Si, como les sucede a los que se convierten en padres, esta pregunta te llega tarde o temprano, tú, anteriormente conocido como scopamifrega, que haces: te resistes? No eso no. Nunca. Ella está en medio de los latidos de tu corazón. Metrónomo de cada tiempo, pares e impares. Lo miras y piensas, con Eduardo de Mia Famiglia, “Nun moro cchiù”. Y todo lo demás (trabajo, amigos, parientes, pasatiempos, esposa: sí, incluso esposa) se convierte en una diminuta raíz cúbica de sí mismo. Piensa en lo peor, pero no en cualquier peor. No. El suyo es un grado muy alto peor en el servicio permanente real. De esos que te esperan con la navaja en el asiento trasero cuando te subes al auto; Los zombis de Romero dentro del supermercado. Y que, de repente, te hacen mirar los apocalípticos con otros ojos. “Cariño, ¿cómo te imaginas nuestra casa, la que compraremos para nosotros y para los niños?” – “Alambrada de púas, zanja en el perímetro y cocodrilos adentro” – “Pero, amor…” – “Sí, lo siento. Tiburones blancos y trampas explosivas”. Cosas como esas.

Érase una vez un sumiller como muchos otros. Hoy tendo kilómetros de alambre de púas. Con muchas puertas, eh. De hecho, tengo muy, muy pocas certezas. Cultivo la duda a 359 grados. Pero no te atrevas a cabrearme por ese rinconcito único: porque es mi vida. Mi familia. No pasa un alfiler por ahí.

Aprecio mucho la técnica. Solo piense por un momento en un Mustang Fastback del 68. O un Dodge Charger RT del 69. Íconos de ingeniería mecánica hechos en USA. Mmmm…
Sí, los muscle cars son en realidad mi propia obsesión. Probemos otra cosa.
¿Piensas en ello cuando eliges una Gibson Les Paul Standard? Sonido estelar, la barra de la luthería moderna situada en lo más alto. Sin embargo, en algún momento llega la maldita Gibson Diavoletto. Eso de ACDC, para entendernos. El que Lester Paul no quiso autografiar de ninguna manera. No, nada, no estamos aquí. Así que los dos entendéis. Toma un respiro. Unos cuantos pasos más corriendo. ¡Uno, dos, tres, estrella!

Aquí estoy.
¿Conoces el universo sutil e infinito que se extiende entre un Vecchio Samperi de De Bartoli y una Malvasia di Bosa Riserva de Columbu? ¿O entre un Monprivato y un Rossese Luvaira? ¿O entre un Auslese de JJ Prüm y… (bueno, con esto lo veo cuesta arriba)?
Ese es mi rincón incompresible en pocas palabras. El que escanearía a mi mamá. La que no permite transacciones, derogaciones, acomodaciones. Mi rango absoluto. Cada uno tiene lo suyo. ¿Cuál tienes exactamente?

Sin estrés, piensa, respira y tómatelo con calma: el 1° de libertad puede no ser seis grados de libertad, pero no es tan malo.




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