Con el día de hoy se cumplen seis años, dos meses y doce días desde mi último cigarrillo y, como podéis sospechar, todavía no he llorado. Entonces me pasa que, para enfrentar el malestar que me asalta en la sociedad, me pongo a dar vueltas nerviosamente al vino en la copa. Luego meto la nariz y respiro hondo. Entonces me doy cuenta de que la ansiedad no ha disminuido y empiezo de nuevo, con la esperanza de que mejorará.
No, eso no es mejor. Por otro lado, todos piensan que soy un conocedor y me piden consejos sobre vinos. Todos menos los que saben mucho de vino, porque seamos sinceros: tres o cuatro vueltas están bien, pero a partir de la quinta es neurosis o esnobismo. Quién sabe, sabe.
Mi suerte es que no voy a los buenos salones. Allí pululan los sumilleres y los francoricci bueno, y uno está inexorablemente contaminado por lo tonto que es. Tú que en cambio andas en la alta sociedad, lee atentamente: en solo siete movimientos aprenderás a girar el vaso con eso indiferencia lo que servirá para distinguirte del sinvergüenza de turno y te ayudará a mantener el equilibrio mientras caminas por esa delgada línea al final de la cual es el punto de inflexión de tu mundana velada. ¿Por qué quieres convertir tu velada social, verdad?
1. Estudia bien la pieza.
Para empezar, pregúntate de qué sirve girar el vaso: saber lo que estás haciendo siempre es algo bueno. Y luego está también que alguien, con más o menos malicia, te lo preguntará. En caso de que le rogamos que le responda que sirve para airear el vino y facilitar la subida de los perfumes a la nariz, aprovechando la volatilidad del alcohol.
2. Cómo hacerlo correctamente.
Nunca enfatice el gesto asumiendo una expresión ceñuda de un conocedor. Y nunca (digo nunca) acentuar el movimiento balanceando el hombro y el codo: dar dos o tres clics de muñeca sin hacer demasiado esfuerzo. Lo mejor sería poder hacerlo sin interrumpir la conversación iniciada.
3. Sí, pero no inmediatamente. No seas impaciente.
En primer lugar, el vino debe olerse en reposo. Hay indicios que, una vez revuelto el alcohol, se pierden inexorablemente.
4. En algún momento, eso es suficiente.
Ventilar un vino cerrado también mejora significativamente su potabilidad, pero en cierto punto es suficiente. No es como si giras un Tavernello durante horas y en algún momento se convierte en un Monprivato.
5. Dije basta.
Tenga cuidado de que si continúa girando esa copa, los que lo rodean pueden dudar de que el vino que están bebiendo, sin embargo, con cierto transporte, tenga algo mal. No lo molestes, vamos.
6. Suficiente, ¿entiendes?
Y entonces, ¿quién te está hablando, qué debe pensar? ¿Qué te parece más interesante el vaso que su compañía?
7. ¡Nunca champán!
Ni siquiera debería especificarlo: revolver un vino espumoso es de asesinos. Entonces para justificarte también tendrás que decir que lo hiciste porque sufres de aerofagia. Y adiós avance.
Bono: cómo recuperarse de una situación desesperada.
En la sociedad hay una regla terrible que surge siempre a expensas de alguien más. Todos están esperando que un desafortunado dé un paso en falso para burlarse de él con una broma venenosa y subir un par de pasos a la consideración general. Nunca bajes la guardia, por lo tanto, porque ciertamente hay alguien estacionado cerca listo para bailar sobre tu cadáver.
Pero tú, a expensas de lo que has aprendido hasta ahora, simplemente no puedes seguir el ritmo esta noche.
Hay ese pensamiento fijo que te distrae: «¿Iva Zanicchi es eurodiputada o euro otra cosa?». Mientras tanto, el líquido que tienes en el vaso da tres o cuatro vueltas de más. El silencio desciende en el comedor y el mezquino, con una sincronización inexorable, deja caer el as de copas: «Luminare, déjanos participar: ¿has logrado cuantificar la fuerza centrífuga de tu vino, o todavía necesita alguna rotación?». En este punto, mantén la calma y trata de cambiar la situación a tu favor: “Ay, estaba tratando desesperadamente de deshacerme de un molesto olor a establo. Pero al parecer me equivoqué: es su aliento, no el vaso”.
Juego, set, partido.
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