Si elige un nombre para un restaurante, debe ser constante en la continuación de la actividad: Roy Cáceresun chef de origen colombiano, italiano de adopción, internacional en su expresión culinaria, ciertamente lo es, habiendo aplicado al pie de la letra lo expresado en el nombre elegido.
Su restaurante ha sufrido un auténtico cambio de imagen metamorfosis en el último año, una suerte de estudio conceptual que se encuentra nada más traspasar el umbral, de hecho, ya desde la puerta exterior, modificada para hacer más misteriosa la entrada: la confirmación de que todo ha cambiado proviene de una gestión diferente de los espacios interiores, ahora más libres, y con colores claros, realzados gracias a una estudiada iluminación, un aparente vacío que permite concentrarse mejor en los cursos y, por tanto, en la experiencia gustativa que no deben arruinar las superestructuras (tan burguesas como antes). era).
Incluso el personal solo puede ser variado: en la cocina y en el comedor la brigada está compuesta por personal de diferentes nacionalidades, de hecho uno se podría encontrar en cualquier capital internacional, pero no es una cuestión de globalización o de una excesiva homogeneización. propuesta, más bien de un «alto» soplo de cocina, que podrá dividir el pensamiento pero nunca será banal.
La ventaja es también la de levantarse sin darse cuenta de la dificultad de afrontar el resto del día: el itinerario completo de la degustación es una especie de aventura, una experiencia gastronómica para probar, aunque no falta compartir experiencias o platos para probar. comido por todos los comensales, quizás como un interludio a una comida de dos platos.
La cocina se convierte en una experiencia sensorial emocionante y equilibrada, siguiendo los dictados de la época sin parecer predecible o de moda. Prevalece el tenor fresco y ácido, las hierbas aromáticas crean el contrapunto adecuado sin apelmazar y la diversión es la sensación reinante. Nada es trivial, desde las temperaturas de servicio hasta la elección de platos de nuevo concepto, podríamos decir diseño si no representara un menosprecio del estilo creativo de Roy, el deus ex-machina de toda la operación. Comes y no lo saboreas, pero también lo puedes saborear dada la emoción que crea cada bocado. Y si te apetece vino, el sumiller será un asesor de confianza.
El servicio podría describirse como moderno, cortés sin ser afectado, cortés pero no obsequioso. La bodega es divertida, es decir, una carta donde elegir no es precisamente fácil pero sí intrigante. Menú degustación a 100 y 130 euros.
Metamorfosis
Vía Giovanni Antonelli 30
Roma
(+39) 06.8076839
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